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¿Qué es?
La prótesis es una
sustitución quirúrgica de las superficies articulares por otras de metal, que
se suele hacer cuando el deterioro del cartílago limita la vida normal,
interfiriendo, principalmente, en la capacidad de caminar. Se realiza separando
los músculos y ligamentos, hasta llegar a la cápsula articular, que expone al
interior de la articulación.
En el caso de la rodilla,
se quitan los extremos alterados por el desgaste del fémur, de la tibia y, en
muchas ocasiones, de la parte posterior de la rótula. Por lo que se eliminarán
parcial o totalmente la superficie dañada de la articulación.
Para recubrir el fémur se
pone un componente metálico y para la tibia se usa también un componente
plástico de polietileno de alta densidad. Si es necesario a la rótula se le
pone un botón de plástico. La fijación, de las partes metálicas y plásticas, a
los extremos de la articulación se consigue con cemento óseo
(metil-metacrilato). Los componentes se anclan al hueso sano en la zona donde
se ha extirpado el cartílago enfermo.
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¿Cuándo se puede poner?
Esta herramienta no está
indicada para todas las patologías. Se recomienda ponerla a pacientes con
alteraciones severas.
Aunque se puede poner en
raras ocasiones a gente joven, la edad mínima es de unos 60 años.
Para considerar implantar
una prótesis se deben tener en cuenta ciertas circunstancias:
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Dolores diarios.
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Dolor severo que limita las
actividades diarias (trabajo, subir escaleras, vestirse).
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Dolor intenso por las
noches que le impide dormir toda la noche.
- Dolor perdurable después de
la toma de antiinflamatorios, el uso de muletas, la reeducación y la
rehabilitación.
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Rigidez en la rodilla.
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Inestabilidad.
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Grandes deformidades.
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Desgaste importante de la
rodilla u otros signos similares.
El médico realizará una
evaluación ortopédica para decidir si implantarla o no:
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Antecedentes médicos: su
cirujano ortopédico reunirá información de su salud general y le preguntará
sobre el grado de dolor de su rodilla y su capacidad para funcionar.
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Un examen físico:
esto evaluará la movilidad, estabilidad y fortaleza de la rodilla, y la
alineación global de la pierna.
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Radiografías: estas
imágenes ayudan a determinar el grado de daño y deformidad en su rodilla.
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Otros exámenes:
ocasionalmente exámenes de sangre, o estudios avanzados con imágenes como una
resonancia magnética (MRI), pueden ser necesarios para determinar la condición
del hueso y tejidos blandos de su rodilla.
Como con
cualquier otra prótesis, para ponerla se guían por el “cuanto más tarde mejor”,
ya que la prótesis está sometida al movimiento y, por lo tanto, a desgaste, por
lo que con el tiempo las prótesis se recambian.
La cirugía de recambio es
más agresiva y tiene peores resultados; así que cuanto más tarde se ponga,
menores serán las probabilidades de tener que cambiarla.
Es importantísimo, que antes de operar agotemos
todas las medidas conservadoras para paliar el dolor, porque una vez realizada
la operación ya no hay opciones de volver a la situación previa.
No debemos tener prisas a la hora de decidir implantarnos una prótesis.
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¿Qué mejora la prótesis?
Con la colocación de la
prótesis el médico pretende, sobre todo, aliviar el dolor, pero no se puede proceder
a una reincorporación a la actividad deportiva o a trabajos pesados, evitando
actividades que supongan una sobrecarga para la rodilla. Sin embargo, sí que se
podrán recuperar las actividades de la vida diaria.
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¿Qué riesgo conlleva?
Los resultados de las
artroplastias de rodilla suelen ser excelentes, pero también tienen sus
riesgos.
Las complicaciones no
suelen presentarse durante la operación, sino después, ni están directamente
relacionadas con la rodilla.
Los principales problemas son:
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Infecciones urinarias y
respiratorias.
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Coágulos en las venas de la
pierna (trombosis) o en los pulmones (embolias).
Es importante saber que las
infecciones en la prótesis se pueden producir a lo largo de todo el tiempo que
se lleve, pudiendo aparecer a los pocos días, semanas o después de 5 años. Si
apareciera se tendría que cambiar la prótesis, ya que las prótesis son
metálicas y los antibióticos no tienen eficacia en materiales inorgánicos.
Para disminuir estas
posibilidades se usan antibióticos y anticoagulantes antes y después de la
intervención.
Si la operación no ha
tenido existo pueden aparecer:
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Dolor de rodilla.
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Despegamiento de los
componentes de la prótesis.
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Rigidez.
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Infección de la rodilla.
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Problemas con los
implantes.
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Lesión neuro-vascular.
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Rotura o perforación del
hueso.
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Luxación.
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Trombos.
Es preciso evitar las
caídas, sobre todo, las primeras semanas después de la operación, ya que pueden
dañar la rodilla nueva o romper algún hueso.
También es importante
informar al dentista del remplazo de rodilla, porque para evitar infecciones,
antes de cualquier cirugía dental deberá tomar antibióticos.
Cuando hay que operar y
retirar la prótesis se produce rigidez y un acortamiento de varios centímetros
de la pierna, pero que con la ayuda de muletas y de un alza o tacón se vuelve a
andar de forma confortable.
Generalmente, si no hay
ninguna complicación, duran unos 15 años.
El mayor problema que se
presenta es el despegamiento de los componentes y el desgaste de las piezas y
de los huesos.
Los inconvenientes
relacionados con estos aparatos son el peso corporal y la actividad, por lo que
a los jóvenes y a las personas con sobrepeso no es recomendable ponerlas, ya que
reducirán su tiempo de duración.
Una prótesis dolorosa y
aflojada puede no necesitar una segunda operación para cambiarse, porque sus
resultados suelen ser peores y hay más riesgos de complicaciones.
La segunda prótesis no
suele durar más de 10 años y precisa de un nuevo remodelamiento del hueso.
Cada vez que se recambia la
prótesis, la nueva articulación dura menos que la anterior y es necesario cortar hueso, por lo que una vez
que se llegue a la inserción del tendón rotuliano no se podrá seguir
remodelando el hueso y, por lo consiguiente, no se podrá volver a implantar una
prótesis.
Cuando se llega al punto de
no poder poner la prótesis, se realizará una artrodesis de rodilla, que
consiste en la fusión del fémur y de la tibia. Esta fusión impedirá que la
rodilla se flexione, por lo que permanecerá siempre en extensión.
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¿Qué se debe hacer antes y después de la operación?
Como no podía ser de otra
manera, los temas que tratamos en este blog tienen que ver con la fisioterapia,
por lo que el paciente antes de la operación debería acudir a un
fisioterapeuta.
Se tiene que mantener un
buen estado físico e incrementar la fuerza de los brazos y el tronco. También
realizará ejercicios respiratorios: tomando aire por la nariz, manteniéndolo
unos segundos y expulsándolo lentamente por la boca; tosiendo. Estos ejercicios
se realizan para remover el exceso de secreciones que pueden depositarse en sus
pulmones durante la operación.
El éxito de su cirugía dependerá
en gran medida de cómo siga las instrucciones de su cirujano ortopédico en su
casa durante las primeras semanas después de la cirugía.
Tras la operación es
necesario mover continuamente los dedos de los pies y el tobillo, para prevenir
posibles trombos. Se realizaran ejercicios isométricos del cuádriceps,
apretando la rodilla contra el colchón. También debe seguir haciendo los
ejercicios respiratorios.
Tras la operación es
necesario mover continuamente los dedos de los pies y el tobillo, para prevenir
posibles trombos. Se realizaran ejercicios isométricos del cuádriceps,
apretando la rodilla contra el colchón. También debe seguir haciendo los
ejercicios respiratorios.
El fisioterapeuta informará
al paciente sobre los ejercicios y precauciones que debe tomar. Estos suelen
causar incomodidad, pero no deben provocar dolor. Para reducir las molestias
puede aplicar hielo alrededor de la rodilla durante unos 10-15 minutos al
terminar los ejercicios.
La evolución general, el
grado de dolor, los controles radiográficos y las condiciones de la herida
determinarán el momento de iniciar la marcha con apoyo de la extremidad.
Es recomendable marcarse
unas metas, como podrían ser:
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Subir y bajar solo de la
cama.
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Caminar con ayuda de apoyos
de forma independiente sobre una superficie plana.
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Subir escalones con ayuda
de apoyos.
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Realizar en casa los
ejercicios que manda el fisioterapeuta.
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Doblar la rodilla en ángulo
recto o como máximo 100º.
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Estirar al completo la
rodilla.
Para ello realizaremos
ejercicios isométricos del cuádriceps, ejercicios para mejorar el recorrido
articular de la rodilla día a día.
Se deberá hacer una
rehabilitación post-operatoria para conseguir la funcionalidad de la
articulación.
La mayoría de las actividades normales de la vida diaria
normalmente se pueden retomar en unas 3 a 6 semanas después de la cirugía. Es
común sentir un poco de dolor con la actividad y en la noche durante varias
semanas después de la cirugía.
La recuperación completa
dura entre 3 meses y un año.
BIBLIOGRAFÍA
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